El hijo del jefe by Sierra Rose
autor:Sierra Rose
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
publicado: 2016-09-04T22:00:00+00:00
CapÃtulo 11
Se regañó a sà misma por actuar sin cuidado, por llevarse a casa a un extraño que resultó ser el hijo de su nuevo jefe y la nueva incorporación a la empresa. Este era un error que le iba a perseguir cada dÃa, de lunes a viernes, para siempre, gimió en sus adentros. Dejó la fiesta pronto, rogando tener trabajo que completar. De vuelta a la paz de su cubÃculo, hizo bien en ponerse con esa declaración y cerrar una pila de facturas que tenÃa que grabar. Acabó con mucho tiempo, se puso derecha y miró el reloj. Cuando volvió a mirar al monitor, Jack estaba allÃ, en la puerta de su cubÃculo.
âTe he traÃdo mi formulario de renta. Estoy solo a tiempo parcial asà que no te molestes con los beneficios.
â ¿Quieres depósito directo?
â ¿Escuchaste el discurso de mi padre? âsonrió. âÃl y yo estamos trabajando aquà por un dólar cada uno. No necesitamos el dinero, y nuestros salarios pueden ayudar al capital operario para la expansión. Asà que un cheque valdrá. Estaré dentro y fuera. Tengo un proyecto de software en marcha.
â ¿Esto es solo un hobby para ti?
âAlgo asÃ. âdijo él encogiéndose de hombros.
â ¿De verdad tocas la guitarra?
âClaro que sÃ. Hago todo tipo de cosas. Hice los gráficos para el software de un amigo. Hago márquetin para mi padre. âdijo él. âMira, no te voy a guardar rencor simplemente porque no estuvieras interesada y yo sÃ. No te voy a acosar. No te voy a poner las cosas difÃciles. Asà que te puedes relajar.
âEstoy bien.
âEstás bastante estresada. Veo la vena en tu frente.
âGracias. âdijo ella frÃamente.
âNo quiero que te sientas incómoda cerca de mÃ. Además que no estaré mucho por aquÃ.
âEstá bien saberlo.
â ¿Te he ofendido?
â ¿Además de por hablar de la vena de mi frente y asumir, egoÃstamente debo añadir, que estoy palpitando porque has entrado en mi lugar de trabajo? Perdona porque no me supere el deseo al arrepentimiento. Tengo un nuevo formulario de renta que meter. âdijo ella secamente, con la cara en llamas mientras él se iba.
¿Por qué habÃa sido tan antipática? Se preguntó. ¿HabÃa estado tan intimidada? ¿Realmente esa atracción que ella sentÃa le hacÃa ser tan agresiva y loca? Ãl no habÃa hecho nada excepto ser un tÃo caliente que habÃa aparecido en un sitio en el que ella no querÃa verle. Dejando caer su cabeza sobre el escritorio, gimió en voz alta.
â ¿A qué viene ese gemido? âbromeó Marj.
âHe sido una completa borde con el hijo del jefe. Me trajo su formulario y...
â ¿Estabas poniendo en orden tu escritorio? Te pones siempre un poco tonta cuando te interrumpo tu pequeño ritual TOC.
âSÃ, estaba ordenándolo.
âAprenderá a llamar a la puerta. Todos lo hacemos. âdijo Marj. âExcepto por el chico del polvo, por supuesto. Si alguna vez aparece por aquÃ, creo que dejarÃas de recoger para quedar con él.
âNo apuestes por eso. âdijo Britt con arrepentimiento.
No importaba lo mucho que intentara no pensar en él, que allà estaba. Le vio entrar en el ascensor mientras ella bajaba al recibidor. En vez de pulsar el botón para hacerlo esperar, bajó por las escaleras. Si entrara en el ascensor con él, especialmente si él estaba solo, la tensión sexual serÃa demasiada, y ella olvidarÃa quien era y lo que querÃa. Solo le querrÃa a él.
Britt fue al gimnasio e intentó ligar con tÃos que se ejercitaban. Razonó que disfrutó tanto lamiendo los abdominales de Jack porque estaba en forma, por lo que tendrÃa que completar la transición tirándose a otro hombre con abdominales fantásticos.
Se puso su top más atractivo y unos shorts. Se subió a un escalón de step y lo ajustó en el nivel más fácil. Britt se imaginó que serÃa fácil parecer accesible y sexy si no estaba con la respiración entrecortada y sudando la gota gorda. Hizo un pequeño cambio en la orientación del peldaño, intentando encontrar un ángulo bonito del culo, en caso de que alguna de las ratas de gimnasio pasara por ahÃ. Después de diez minutos necesitaba una botella de agua...o de vino. Se bajó del escalón y se limpió, un poco molesta, la cara con una toalla. Todo ese trabajo y no habÃa atraÃdo a ningún chico.
Ella habÃa esperado que se acercara el tÃo rubio de la elÃptica. Aparentaba unos 22 y ella podÃa pasar por 22. Ãl podrÃa ser capaz de quitarle de la cabeza a Jack...a Jack no, su ruptura, su corazón roto, no su rollo de una noche.
Britt pasó por él deliberadamente en su camino hacia el bar para conseguir un zumo. Dejó caer la toalla, con lo que esperaba que pareciera el sutil estilo de una dama victoriana dejando caer el pañuelo. Ella le miró mientras recogÃa la toalla. Sus musculados gemelos palpitaban ininterrumpidamente en la elÃptica, sin dejar la máquina ni un segundo para ir en su ayuda. Ella cogió un zumo de zanahoria y guayaba para parecer virtuosa pero sabÃa a mierda, asà que se cambió de ropa y se pensó si ir a Starbucks. De camino al vestuario, se chocó contra el tipo caliente de la elÃptica.
âSolo querÃa saber si estabas bien. âdijo él.
Ãl era alto, ancho y guapo con el pelo rubio al estilo de muñeco Ken. Sonriendo todo lo encantadora que podÃa, le puso la mano en el bÃceps suavemente.
âEstoy bien ahora. Muy amable por tu parte preocuparte. â Un poco gracias a mà querÃa añadir ella con la caÃda de ojos. Pero el sarcasmo no le llevarÃa hasta sus pantalones, y ella necesitaba un nuevo polvo para olvidar el antiguo que le estaba obsesionando.
âParecÃas un poco desorientada de vuelta a aquÃ. Pensé que quizá no te encontrabas bien o que estabas tomando una medicina fuerte para el constipado o algo. Pestañeabas un montón. âdijo él avergonzadamente.
Britt cerró los ojos un momento por humillación. Todo eso del pestañeo le habÃa hecho pensar que tenÃa alergias.
âYo una vez probé Mucinex y estaba como drogado. Casi me quedo atascado en una máquina de pesas. âcontinuó él.
âEstoy bien. Pero, gracias. âdijo ella.
âMe suena tu cara. Soy Wade Hanson. El hijo de Gilda.
â ¿Qué?
âImagino que no eres...Pensé que eras una de las amigas de mi madre. Alguna de ellas viene aquÃ, y me sonaba tu cara.
âGuau, Wade. Acabas de alegrarme el dÃa. Pásalo bien. ây se fue ofendida, apretando los dientes.
¿La amiga de su madre? Al menos no pensó que tenÃa la edad de su abuela, pensó ella con remordimiento.
âHola, Marj. He intentado ligar con un tÃo en el gimnasio y se ha pensado que era de la edad de su madre. Llámame. âdijo ella al contestador de su amiga.
Quedaron para tomar café y hablar del tema. Era algo que necesitaba atención inmediata.
âChica, ¿estás intentando ligar con niños de nuevo? âbromeó Marj.
âEh, no. TenÃa al menos 21.
âY tú tienes...
âVeintiocho. DOS-OCHO. ¿No los aparento? Creo que necesito crema antiarrugas. âse quejó Britt hundiéndose en una silla.
âBien. Yo pago el café. A menos que quieras usar tu descuento de jubilada. âbromeó Marj.
âNecesito una magdalena. Una grande con pepitas de chocolate por encima.
âSuena muy sano.
âHe ido al gimnasio y no he ligado.
âObviamente necesitas cambiar de gimnasio. El mÃo no, que solo tiene yoga, no gigolós.
âNo quiero un gigoló. Quiero conseguirlo gratis y superar mi ruptura.
âQuerrás decir el polvo. Porque no has estado lloriqueando por Kevin. Quiero decir, te has quejado más de perder el jardÃn en la azotea que de perderlo a él. Creo que estás atascada en el Señor Margarita.
âEse no es su nombre.
âDe acuerdo. ¿Cuál es su nombre?
âSeñor Margarita es su nombre. âsuspiró ella. âCreo que me recuperé muy rápido. Fue un error.
Luego él me mandó un email y...
âEspera, ¿el Señor Margarita ha vuelto a por más? Cuéntamelo.
âVe a por los cafés.
Britt esperó a que Marj volviera y entonces se lanzó primero a por la magdalena. Marj estaba sentada impaciente mientras su amiga masticaba.
â ¿Has tenido suficiente terapia de carbohidratos? ¿Puedes hablar ya?
âSÃ. Me mandó un email, pero yo no querÃa seguir con esto. No creo que tenga espacio en la cabeza para una relación ahora. Acabo de salir de uno que parecÃa bastante serio y no puedo con más dramas. Mis emociones están en carne viva.
â ¿Estás en un programa de entrevistas? Tus emociones están en carne viva. El espacio en tu cabeza no es el adecuado. Cielo, por favor. Si un hombre hiciera que mis
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